La caja de bulbos
El olor a plancha contra la ropa invadía la habitación, en
una noche fresca, planchaba con Juan Gabriel en la radio de bulbos. En un
cuarto lleno de recuerdos en forma de fotos,
juguetes de aceite y agua azul de Acapulco, con un delfín y un pequeño
velero flotando sobre el mar simulado, fotos de viejas graduaciones, de boda,
de los padres y la de los abuelos con caras de cerámica, viendo fijamente al
horizontes, en blanco y negro, peinados esponjados, mirada seria, cara
inexpresiva. El abuelo en un ovalo aparte del de la abuela, como siempre. Una
vieja maquina Singer de pedal con mueble original cubierta con una funda hecha
a la medida con holanes y lienzo compradas en el centro. Un sofá cama con
camisas ya planchadas, y un cesto con camisas por planchar. No se vislumbran
lujos en la habitación, pero tampoco carencias. Juguetes viejos en algunas
repisas, flores artificiales en una canasta con olor a paja seca.
Era una noche de esa temporada tediosa antes de posadas, con
especiales navideños anunciados en el canal de las estrellas. La televisión presentaba comerciales sin fin.
Dominaba sin embargo el ambiente la voz de Juan Gabriel en el radio de bulbos, sobre
un gran mueble en el fondo del cuarto. A pesar del frio en la calle se mantenía
tibio, por la luz incandescente, la plancha eléctrica y ese calor lejano de los
recuerdos que habitaban en la habitación, en forma de postales viejas, platos
de cerámica sobre bases de plástico mal hechas.
SSSHHHHHHS – el ruido de la plancha de vapor enmudece a Juan
Gabriel por un momento. Después solo los rechinidos del burro de planchar
acompañan a la orquesta del Príncipe. Comerciales en el radio y en la
televisión es lo único que se ha visto desdé hace dos canciones. Un suspiro y
se sienta en el sofá cama, justo al lado de las camisas recién planchadas, sin
llegar a hacer una sola arruga en el trabajo de la última hora – vamos a ver
que hay – dice mientras toma el control de la televisión y empieza a escanear
los escasos veinte canales de el programa básico del cable. Juan Gabriel vuelve
de una corta pausa comercial, y la televisión vuelve a su mudez, para dar paso
a la mejor canción de la noche de quien plancha con esmero un pantalón gris
pardo.
SSSSHHHHHHS – no oculta el suspiro profundo que producen los
primeros acordes, ya conocidos. Repite en voz baja, “ hoy me he despertado”. para evitar que le invadan los recuerdos “con mucha tristeza” Pero ya es demasiado tarde, “ya lo se… que tu te vas!” un alud de recuerdos se volcán
en la garganta de quien plancha una camisa ligeramente beige. Sacude la cabeza
reprochándose algo en voz baja y da vuelta a la camisa para planchar el
reverso. canta con una voz creciente. Doblez en la
manga izquierda. Reproche en silencio, doblez en la manga derecha.
“Jesucristo bendito” camisa en el sofá, pantalón café claro
al burro. Pero un escalofrió recorre su espalda y las lagrimas amontonadas en
sus ojos hacen que se siente una vez más. Han pasado más de cuarenta años y aún
siente como si fuera la primer noche de soledad. De el peor dolor que puede
sufrir un corazón joven. Voltea a ver a su alrededor, nada en la habitación mas
que el viejo radio de bulbos y los violines melancólicos de Juan Gabriel le
recuerda a su viejo dolor. Pero eso es más que suficiente. Una canción, un
olor, un sabor, un lugar, una carta, un paisaje, una situación, una sensación,
pueden encerrar una vida de recuerdos. Ese viejo radio, solo ese viejo radio, solo con esa canción
podía invocar al fantasma de un viejo amor de bachillerato. Sólo la versión para radio, en el viejo radio
de bulbos, eran capaces de hacerle sentir esa tristeza punzante en la garganta.
Ese recuerdo agridulce del último adiós.
Se va terminando la canción, con un cierre espectacular de
la orquesta, suspira una vez más. El momento de debilidad esta por superarse,
se levanta del sofá cama y empuja el burro de planchar por enfrente, la plancha
sale volando y va a estrellarse con el viejo radio de bulbos. Se abre el
compartimiento del agua y se vacía sobre la vieja caja de madera y los bulbos
de antaño. Se distorsionan los últimos acordes y la voz sostenida de Juan
Gabriel.
NOOO! – grita y da un salto para salvar a su más preciada
posesión, pero es demasiado tarde, la caja de madera escurre agua y el recuerdo
del amor de bachillerato se ahoga dentro de ella. Rompe en llanto, lo toma
entre sus brazos, se apoya sobre sus rodillas y le llora lagrimas de despedida,
al recuerdo de su único gran amor, hace más de cuarenta años…
Cómo te explico una y otra vez que me encantan tus historias??
ResponderEliminarNo sé si es porque yo ando sentimental (sí, todavía), pero me recordó bastante a lo ocurrido el viernes con mis flores...
Un viejo amor de bachillerato... no quiero verme veinte años después... y encontrarme en la misma situación que tu personaje sabes?
Te adoro menso!
Por cierto, a mi prima también le gustó la historia :D
Betty